viernes, 22 de marzo de 2013

El tiempo, el ritual y la ciudad.


Sólo hace poco fue navidad, las gentes en esa época se aglomeran, gastan buena parte de lo que han acumulado en el año, se juntan y se compiten entre sí por tener mayores posibilidades de compañía, calor y confort; son varios los rituales que confluyen en un mismo tiempo: el cierre de un calendario ¿Qué quedó?, el nacimiento del salvador, un mesías que nos lleve a buen destino ¡Somos, aún inconscientemente, profundamente religiosos!; el regreso de la diáspora familiar, la presencia del ausente que hipertrofia las líneas telefónicas y las redes sociales; el momento de la fiesta y el carnaval que trastoca días y horas, ocios y actividades anacrónicas que vuelven a vivir por instantes; hay momentos culminantes del fin del año, el día de los alumbrados o el inicio de las novenas, la llegada vía aérea de familiares queridos, la noche de la navidad, los días de feria y la noche de fin de año; todos ellos rituales de encuentro, de renovación de humanidad que a veces son acompañados del exceso de cosas, consumos estimulantes, alteradores de conciencia y sencillamente evocadores de sueños y deseos que habitan el tiempo de una fantasmatica colectiva profunda.
Y después ¿qué pasa?

Se vino enero con su realidad de a pie; las deudas, las partidas, los inicios del camino, la resaca, el “souvenir” que quedó, la foto para la posteridad, el lunes del año. De esas volutas del insomnio sólo nos saca el afán de marcar tarjeta, los retos que imaginamos el mes pasado o la nueva telenovela o ¿Por qué no?, la angustia de saber que el calendario corre pero nosotros no. Febrero nos va cogiendo el ritmo, los paraderos del transporte masivo ya comienzan a llenarse, los centros comerciales nos venden más barato lo que nos vendieron en diciembre ¡que rabia!, hay filas en los gota-gota y en los bancos, ya los trancones se vuelven insufribles, otra vez comienza el fútbol nacional y ya estamos en eliminatorias de mundial o cualquier cosa que se le parezca… seguimos derecho, nos cogió marzo, que cansancio, pasó el hastío y se vino la angustia de los días, los fines de semana se hacen cortos y los días laborales largos; para los más juiciosos ya los evaluadores reportan logros, pero las mayoría ya olvidaron los buenos propósitos, las metas y hasta los planeadores; la ciudad palpita, se hincha, ahora el ritual es de sacrificio, es de sudar la camiseta, el que piensa o duerme pierde, es ritual de día, de estar despierto, de ir a la mazmorra, de abrir camino. Hace calor y la piel guarda huellas de las justas y van quedando cicatrices en el cemento.

Y entonces, al final viene la tregua, unos días pal descanso, para verse el cuerpo, para revisar el cuarto, para mirar la fachada de la casa, para ver el amanecer del vecindario, para ver el atardecer del barrio, para ir de regreso al pueblo, para pagar las deudas, porque a lo mejor ya llegó algo de dinero; en fin, llego la Semana Santa y es la posibilidad de la reflexión, es, sí queremos, un momento de ritual de paz, de la paz que va de adentro para afuera; no la que cuadran en la Habana “los actores del conflicto”, y ¿será que nosotros no tenemos un conflicto con este sistema que nos oprime y nos escurre, que nos roba la experiencia y nos pone presos de un tiempo medido?

A lo mejor la Semana Santa que comienza con sus rituales religiosos, también como ritual del tiempo en la ciudad, -aquel que vacía las avenidas, que deja quieto el pavimento, que desocupa la movilidad de la urbe-, nos permite vivir un momento de paz. ¡Que las bandas dejen de matar!, !Que el gobierno deje de malversar los recursos públicos en auto publicidad y enriquecimiento ilícito!, ¡Que las élites nacionales, las dirigencias, dejen de regalar el país!, !Que los insurgentes paren sus acciones sediciosas!, ¡Que las mineras dejen sobrevivir el entorno ambiental!; pero bueno, también es posible que cada uno de nosotros haga una tregua y que podamos en reposo, pensar en los modos de vida en el país y en la ciudad; en el descanso es posible visualizar más el panorama de esta contemporaneidad que a veces nos agobia, pero que también puede ser la puerta a una nueva experiencia de vida en sociedad, que también puede implicar sobreponernos a la paquidérmica existencia a la cual nos quiere conducir un sistema deshumanizante que hace énfasis en las cosas y en la materialidad del mundo, más que en su espiritualidad y su humanidad.

Que tengan una buena semana de reflexión espiritual por la vida…
¡No más muertes en Santiago de Cali!, ¡no más violencia en el país! 

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