Sólo hace poco fue navidad, las gentes en esa
época se aglomeran, gastan buena parte de lo que han acumulado en el año, se
juntan y se compiten entre sí por tener mayores posibilidades de compañía,
calor y confort; son varios los rituales que confluyen en un mismo tiempo: el
cierre de un calendario ¿Qué quedó?, el nacimiento del salvador, un mesías que
nos lleve a buen destino ¡Somos, aún inconscientemente, profundamente
religiosos!; el regreso de la diáspora familiar, la presencia del ausente que hipertrofia
las líneas telefónicas y las redes sociales; el momento de la fiesta y el
carnaval que trastoca días y horas, ocios y actividades anacrónicas que vuelven
a vivir por instantes; hay momentos culminantes del fin del año, el día de los
alumbrados o el inicio de las novenas, la llegada vía aérea de familiares
queridos, la noche de la navidad, los días de feria y la noche de fin de año;
todos ellos rituales de encuentro, de renovación de humanidad que a veces son
acompañados del exceso de cosas, consumos estimulantes, alteradores de
conciencia y sencillamente evocadores de sueños y deseos que habitan el tiempo
de una fantasmatica colectiva profunda.
Y después ¿qué pasa?
Se vino enero con su realidad de a pie; las
deudas, las partidas, los inicios del camino, la resaca, el “souvenir” que
quedó, la foto para la posteridad, el lunes del año. De esas volutas del
insomnio sólo nos saca el afán de marcar tarjeta, los retos que imaginamos el
mes pasado o la nueva telenovela o ¿Por qué no?, la angustia de saber que el
calendario corre pero nosotros no. Febrero nos va cogiendo el ritmo, los
paraderos del transporte masivo ya comienzan a llenarse, los centros
comerciales nos venden más barato lo que nos vendieron en diciembre ¡que rabia!,
hay filas en los gota-gota y en los bancos, ya los trancones se vuelven
insufribles, otra vez comienza el fútbol nacional y ya estamos en eliminatorias
de mundial o cualquier cosa que se le parezca… seguimos derecho, nos cogió marzo,
que cansancio, pasó el hastío y se vino la angustia de los días, los fines de
semana se hacen cortos y los días laborales largos; para los más juiciosos ya
los evaluadores reportan logros, pero las mayoría ya olvidaron los buenos
propósitos, las metas y hasta los planeadores; la ciudad palpita, se hincha,
ahora el ritual es de sacrificio, es de sudar la camiseta, el que piensa o
duerme pierde, es ritual de día, de estar despierto, de ir a la mazmorra, de
abrir camino. Hace calor y la piel guarda huellas de las justas y van quedando cicatrices
en el cemento.
Y entonces, al final viene la tregua, unos días
pal descanso, para verse el cuerpo, para revisar el cuarto, para mirar la
fachada de la casa, para ver el amanecer del vecindario, para ver el atardecer
del barrio, para ir de regreso al pueblo, para pagar las deudas, porque a lo
mejor ya llegó algo de dinero; en fin, llego la Semana Santa y es la
posibilidad de la reflexión, es, sí queremos, un momento de ritual de paz, de
la paz que va de adentro para afuera; no la que cuadran en la Habana “los
actores del conflicto”, y ¿será que nosotros no tenemos un conflicto con este
sistema que nos oprime y nos escurre, que nos roba la experiencia y nos pone
presos de un tiempo medido?
A lo mejor la Semana Santa que comienza con sus
rituales religiosos, también como ritual del tiempo en la ciudad, -aquel que vacía
las avenidas, que deja quieto el pavimento, que desocupa la movilidad de la
urbe-, nos permite vivir un momento de paz. ¡Que las bandas dejen de matar!, !Que
el gobierno deje de malversar los recursos públicos en auto publicidad y
enriquecimiento ilícito!, ¡Que las élites nacionales, las dirigencias, dejen de
regalar el país!, !Que los insurgentes paren sus acciones sediciosas!, ¡Que las
mineras dejen sobrevivir el entorno ambiental!; pero bueno, también es posible
que cada uno de nosotros haga una tregua y que podamos en reposo, pensar en los
modos de vida en el país y en la ciudad; en el descanso es posible visualizar más
el panorama de esta contemporaneidad que a veces nos agobia, pero que también
puede ser la puerta a una nueva experiencia de vida en sociedad, que también
puede implicar sobreponernos a la paquidérmica existencia a la cual nos quiere
conducir un sistema deshumanizante que hace énfasis en las cosas y en la
materialidad del mundo, más que en su espiritualidad y su humanidad.
Que tengan una buena semana de reflexión
espiritual por la vida…
¡No más muertes en Santiago de Cali!, ¡no más
violencia en el país!
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