Sin duda, el difunto venezolano Hugo Chávez es un personaje polémico,
pero ¿Quién que tenga vida y se empeñe en proyectos colectivos no lo es?; se
fue el militar, el político popular, el estadista, el revolucionario latinoamericano,
el mulato cantor y bonachón que encarnó la etnicidad redimida de unas etnias
vencidas que caminan martirizadas por las escenas rurales y urbanas de nuestra América
Latina. También se fue Chávez el dictador, el arbitrario, el expropiador, el egocéntrico,
el autoritario, el ignorante; epítetos con los cuales las oligarquías
nacionales, los parnasos internacionales del imperio y los bufones de un
modernismo liberalizante, lo tildaron una y otra vez.
Creo que a los colombianos, vecinos y ligados a Venezuela por una frontera
caliente, selvática y desconocida, nos cuesta mucho comprender las dimensiones
de Chávez para América Latina; si en Colombia las grandes mayorías estamos de
espaldas a la vida política y a los destinos colectivos propios, mientras
habitamos el rebusque y la sobrevivencia, ¿cómo vamos a comprender las
particularidades políticas de un país vecino y hermano, tan diferente a
nosotros?, Venezuela se hizo en el siglo XX a expensas del petróleo, pero ya
desde el siglo XIX, armó su nacionalidad con base a un gran sincretismo de
regiones que le implicó generar, en medio de una realidad social injusta y
desigual como la nuestra, un “ethos” más integrado de sus regiones y de sus
modos culturales; Colombia en cambio, fue agrario hasta más acá del siglo
pasado, a pesar de su reciente urbanización sigue siendo un país de regiones
muy marcadas, con fuertes niveles de fragmentación social y cultural en sus
ciudades que en justicia concentran en Cali, Medellín y Bogotá las mayorías de
un país que no sabe como llegó a hacinarse en sus urbes, urbes que se ven el espejo
de los escaparates y los enlatados televisivos gringos.
Por esa razón y por una herencia común de los colombianos que habitamos
las ciudades con las élites y clases medias venezolanas que consiste en ser permeados
por el modo de vida gringa, -ellos por el influjo de la compra petrolera,
nosotros y, últimamente ellos, por el negocio de las drogas-, a la mayoría de
los colombianos promedio nos cuesta entender a Chávez y al chavismo; nos parece
grosero, impulsivo, petulante, retrogrado, atrabiliario. Se atraviesa además el
hecho de que fácilmente se asimila el bolivarianismo de Chávez con el bolivarianismo
de las FARC, que seguramente tienen un núcleo común, pero que si se lee
despacio, tienen sutiles diferencias e implicaciones y este punto ya introduce
a Chávez en el conflicto colombiano y como todos dicen, en una pieza clave, aún
muerto, para el logro de la tan eufemística y anhelada paz.
Lo que no vemos claramente desde esta frontera es lo que hizo este mulato
venezolano como gestor político: generó un proceso de pensamiento colectivo en búsqueda
del conocimiento propio, reivindicó al negro, al indígena, al mestizo desposeído
de los campos y las ciudades, fue a la discusión con las bases históricas y
culturales del país para proponer una nueva república basada en una lectura de
los escenarios de Venezuela desde la sensibilidad de las mayorías desposeídas; fomentó
desde el Estado y sus obras de gobierno políticas de igualdad e inclusión, es
decir, hizo que los venezolanos supieran qué es y para qué sirve un Estado con
sus políticas sociales, echó del país a los parias que en dos siglos se habían
adueñado de todo lo que existía en Venezuela, redefinió los términos de manejo
del monopolio del petróleo, fortaleciendo la soberanía y el uso de los recursos
públicos; fomentó la integración latinoamericana volviéndonos a recordar que
estas cordilleras, estos mares y valles son un solo continente que fue
colonizado y que sigue preso de determinaciones externas de las potencias de
occidente; si, renovó las razones para la autodeterminación de América Latina;
todo esto lo hizo por la fuerza de la razón y con pasión, obedeciendo y
escuchando su pueblo, sin desisntitucionalizar al país, sino construyendo una
nueva y renovada institucionalidad. Esa es la estatura de un Chávez que no
alcanzamos a ver en Colombia; es la estatura de un revolucionario que hizo
sentir su ternura entregándose a la redención de los más desposeídos de su
pueblo.
Eso no pasa en Colombia, donde banderas y próceres se usan para encubrir
el clasismo, donde la barbarie de las violencias expropiadoras y las prácticas
de narcotráfico que operan unas y otras elites, incluso muchas de las que
promueven una agenda alternativa, se tragan las posibilidades de ejercer políticas
dignas… por eso no tenemos gafas para ver los alcances del chavismo, porque tenemos
una cultura política bloqueada y una elites políticas de todas las orillas que
gustan de definir los destinos de la nación a puerta cerrada, sin comprender,
ni consultar los designios del soberano, pueblo que sufre y calla, sin
necesidad de que lo manden a callar.
Vuelvo a decirlo, nuestra percepción del chavismo en Colombia está
marcada por lo que nos desune que es el conflicto armado, en ese horizonte, el
sentido de paz que podemos retomar de Chávez para Colombia y ampliamente para América
Latina, mas que contribuir a un acuerdo entre agentes de varias guerras vividas
en Colombia, sin protocolos, que no guardan actas de sus víctimas, ni de los victimarios,
no es un proceso en el cual las élites de uno y otro lado se disculpen y
sigamos como vamos: la paz que nos lega Chávez es el sentimiento de descolonización,
es la necesidad de refundar la república latinoamericana, es el llamado a
sacrificar la comodidad de la parcela y la modorra colectiva para reconstruir desde
la escucha de nuestros pueblos en sus dolores y en sus fiestas, en sus
pesadillas y sus carnavales, las bases culturales, económicas y sociales de unos
países destartalados y hechos girones por unas minorías liberales europeizadas
y/o agringadas.
Larga vida para el chavismo en Venezuela.
Descanse en paz Comandante Chávez.
Vamos caminando por los rostros de América Latina para hacer sentir el
cuerpo de la Patria Grande que se mueve, se mueve…
Por ahí en la esquina esta Chávez…
Se atrevió a decir de un modo directo, jovial, chistoso, las cuestiones más graves que pesan en nuestras relaciones internas y externas con el colonialismo. Se atrevió tomar decisiones en la política institucionalizada con vistas a una mayor equidad. El proyecto de país siguió siendo nacionalista (en su determinada interpretación de Bolívar), desarrollista, fuertemente personalista en su liderazgo presidencial. Como con el peronismo, queda mucho en el camino: el cuestionamiento del formato Estado-Nación (naturalizado); las implicaciones de poder en las relaciones interculturales, pliegue sobre pliegue; la discusión del concepto de Historia y de la Educación. Hay una fuerza de Orinoco desbordado en las carreteras y calles que pone al revés la lectura, insoslayable, pero siempre seducida por el culto al individuo, al "grande hombre", que es una manera de sofocarla y ponerla bajo control. En esa solidaridad, que es la gran fuerza, la que se da sus personajes y los sobrepasa por lo que viene arrastrando consigo, piedras que se mueven, se erosionan y ruedan sordamente en el cauce, en esa poderosa solidaridad está toda la esperanza... son siempre muchos otros los que hacen la historia, frente a los pocos que pretenden escribirla sobre páginas en blanco o sobre pantallas negras.
ResponderEliminarGracias, Chucho, por tus reflexiones, siempre necesarias.
José Luis Grosso.