lunes, 20 de mayo de 2013

Martes de Boleros en Cali que espera

Si hay algún símbolo, una señal, vestigio, huella o indicio de la forma como los pueblos Latinoamericanos llegamos a crear poblados y ciudades, ese elemento mágico y creador está guardado en las músicas que han acunado nuestros días y sobre todo nuestras noches. La ruta larga que nos trajo a las ciudades es el camino lento de formación de un género que es mutación de otros ritmos y armonías; variación tras variación, apropiación sobre apropiación se fue armando un género musical que es pluralidad y versatilidad en torno a un elemento épico y trágico del amor. Como un amor en los tiempos del cólera.
Aurora de rosa en amanecer, nota melosa que gimió el violín, novelesco insomnio, no vivió el amor, así eres tú mujer, principio y fin de la ilusión, así eres tú en mi corazón, así vas tú en mi inspiración, madero de nave que naufragó, piedra rodante sobre sí misma, alma doliente vagando a solas. En playa de olas así soy yo, la línea recta que convergió porque la tuya al final siguió…

Las músicas tienen porque ser eso que se cocina mientras los pueblos peregrinan, son como un marcador de ritmos personales y colectivos; nos enseñan del lenguaje de la madre, nos cohesionan para ir a las guerras y para hacer las paces, claro nos domicilian en las “bajas pasiones”, pero también nos han anclado en el mundo doméstico, nos educan en los sentimientos, nos afirman en la esperanza, nos reconcilian, nos enseñan a aparearnos y nos curan las heridas que deja la pérdida de la esperanza  en el OTRO; en fin, si en algo somos iguales pero diferentes es en que los seres humanos somos acunados en las músicas; en ese sentido es posible afirmar que los expertos en música no son sólo los músicos y los melómanos, todos somos expertos en música, porque ellas nos acompañan sensorialmente desde el vientre y la cuna, hasta el lecho de muerte y la tumba… o será que no nos acordamos de nuestras primeras músicas?, será que no llevamos en nuestros días más entrañables una música que les hace sentido?, será que es posible no llevar música en el cuerpo?
En el caso del bolero, un género que, como la salsa aunque mucho antes que ella, es insisto, mudanza, en el sentido de la capacidad de ir viajando y explorando en ritmos, armonías, melodías, líricas, mezclándose en los torbellinos, en los desgarramientos, las ensoñaciones, las pesadillas, los ocasos y los amaneceres de nuestras vidas, lo que nos atrapa es cierta dualidad; que no nos hagamos ilusiones, no es una dualidad fundamental, si no muchas dualidades, casi que infinitas; marcas pluralizantes que alimentan nuestras existencias en la lucha entre vida y muerte, entre amor y desamor, entre el villorrio olvidado y avenidas con luces de neón, entre el cuerpo apasionado lleno de carne y piedra, y lo sagrado, entre el dolor y el goce que toda relación porta como potencia.

Si pensamos en Cali y el bolero, tendremos que recordar que a este terruño del amanecer del siglo XX llegaron todos los ritmos bolerísticos, con todos los vientos y las cuerdas en el caso de la señal del arrabal; con las voces quebradas que viajaron de nuestro mundo andino campesino como vestigio y memoria de una matanza impune que nos sacó de los surcos a las calles; con el soprano afrancesado que trajeron los señoritos de las salas europeas; pero sobretodo nos llegó para quedarse en las barriadas por el litoral, viajando por este río grande que aún tenemos (el Cauca), acompañado de los riachuelos cordilleranos que nos trajeron ritmos afro caribeños mezclados inmediatamente con nuestras tradicionales cañas y con los cueros que repicaban en las casuchas de los labradores negros de la vieja hacienda vallecaucana.

Después vino la explosión del vagabundeo callejero, quizás antes del trágico siete de agosto, el bolero explosionó en las callejuelas del Vallano, en los extramuros de la negramenta y la mestizería desparpajada, en los sitios proscritos del lenocinio, en la incipiente psicodelia de un mundo cansado por las guerras y sus melancolías; el bolero en Cali llego con las palmeras de la calle 25, donde antes y después y ahora y mañana habita el barrio viejo en su anacronismo, en su esencia perdida que se lleva negada, como un cliché barrio bajero que viaja en la risa y sobre todo en la mueca, en el gesto, en la inflexión corporal que habla de un mundo plebeyo resignificado en la mecánica, en el pandebono, en la empanada, en la zapatería; y es que, sin duda, pasamos de la chicha y del alambicado negro, al aguardiente y al ron en botella, de la agua panela anisada a la cerveza; y así la ciudad fue creciendo, más bien se fue hinchando, se fue armando su cuerpo, se fue haciendo seductora, coqueta, bailarina y el bolero gritaba en sus devaneos con el Son, la Plena y el Montuno: balancéate mujer, y los cuerpos se hicieron uno solo; y el bolero matancero con Daniel Santos a la cabeza, con Rolando Laserie y con Piper interpretando el romancero caribeño del bolero dijeron: háganse los barrios, y los barrios se hicieron y llego el “aguelulo” y con ellos se vino la otra explosión de cuerpos con el Bógaloo, la Charanga y por supuesto con la Salsa, y esta ciudad en su adolescencia sello su matrimonio para siempre con estos ritmos que tienen como oficiante viajero al bolero, y entonces y para siempre aquí solo se puede pensar y vivir si usted puede escuchar y bailar suavecito un bolero-son que por momentos le arrebata.

Quisiera quedarme con esa marca histórica, con el erotismo, con el golpe de cadera en que se juega la vida, con la fantasía afrocubana del amor sin tiempo, con el amor de habitación, de cuarto con baño de jabón chiquito, de cuartos perdidos en el tiempo y además que se habitan sin espacio porque se trata es de atrincherarse, de dormir abrazados para no morir de dolor, de amarrarse al espectro del OTRO; pero el bolero desde siempre también es partidas sobre partidas, encuentros y desencuentros, avenencias y desavenencias; todos sabemos que el amor implica el desamor y el bolero también camina por esas calles peregrinas, por las fotos de la partida, por el vacío que deja una sonrisa o una voz deletreada que ya nunca volvió a ser. Ahí también está el bolero: no sólo en lo que son nuestras vidas si no en lo que no fue, en lo que no pudo ser en el barrio, en la fantasía que no fue, en el amor perdido que ese esconde en los vericuetos del alma, en las historias no contadas, en la revolución aplazada que se queda quietica como esperando que un amor y un pueblo vengan a despertarle de su nostalgia y su melancolía. Compañía para hacer del dolor una esperanza y un levantar y un dormir que tranza con la vigilia para encontrarnos con otros estados del alma.

Di si encontraste en mi pasado una razón para quererme…
O para olvidarme
Pides cariño, pides olvido si te conviene...
No llames corazón lo que tú tienes…


Pues bien, el martes 21 de mayo del 2013, en la Topa Tolondra, se han confabulado sentimientos musicales para abrirle un espacio al bolero: la Topa ubicada en la calle quinta con carrera trece, lugar por el que surcan los flujos danzantes que hacen el encanto de esta ciudad, es a mi gusto, un espacio artesanal de la rumba, clandestino en sus orígenes: unos canastos rojos, discos colgados, ojos al centro de Cali, paredes de barrio viejo, magias que viajan con la brisa por la calle quinta, amores que se descolgaron porque no resistieron el tiempo, preguntas por un bolero de ahora como si el bolero no fuera de siempre, como si estos dolores y estas esperanzas no fuera el amor de siempre que nos lleva y nos trae, abrazos y caricias que son consciencia de habitar este lugar del mundo.
 
Nos vemos  el martes 21 de Mayo para abrir en Cali el Martes de Amarte, Vengan pues que Cali esta bonita y a pesar de  las traiciones que desvelan el amanecer, cuando sale luna, cuando tu luna esta al centro del firmamento, lo que está vivo es el amor que la esfera de queso le guarda para mañana al sol; de eso son testigo las Tres Cruces, que de noche cuando nadie las ve, se visten de damas seductoras, salen en cuclillas de su pequeña meseta y se bajan falda abajo a bailar bolero en las viejas cantinas del centro. Ese es el secreto que guardan los guachimanes y los cantineros de los barrios olvidados del centro. Ellos también están invitados este martes. Y por supuesto vos.

 
Vení que se te espera ve…




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