Esta Jovita siempre está de azul, - azul pintada de azul- siempre con flores y sombrero – con cinta verde que te llevaré- que la protege
de las furias y centellas que caen sobre el cielo caleño. Desde su lugarcito
gobierna un pequeño espacio de circulación por el cual fluye la caleñidad sin
darse cuenta; caleñidad plural y acrisolada que viaja en sandalias amarradas a
pies descalzos, en plantas de zapatilla, en ruedas de bicicleta, en miradas que
se bailan y acarician picando los ojos – llévame mami a gozar de tu rico vacilón -. Se instala así un imaginario añejo: sólo
esta mujer amante furtiva de los estudiantes rebeldes podría engalanar y
presidir este lugar de paso, esta singular plazoleta con cuerpo de mujer. – mi negrita tiene el cuerpito como guitarrabien termina- sólo ella que se reía de las élites que reían de ella puede
coordinar el aquelarre de la calle quinta sin caer de su pedestal, - se caerá todo el que intente correr si no aprendió caminando, seguro que se vuelve a caer- .
Con
Jovita los habitantes de esta ciudad aérea, por aquello de las indomables
corrientes de aire y vida que la cruzan y nos cruzan, compartimos la locura del
tiempo que transforma los espacios que llevamos dentro -el viento te dará todo su aliento- ; esa locura atmosférica que coloniza
nuestras paredes internas y nos mueve en diversas temporalidades, simultaneidad
sin más, que nos atrapa en historias de otros mundos, a veces la vivimos
dramáticamente, como minutos eternos congelados en el alma, - no es una resurrección siempre estuvimos aquí -. Y es que la locura de la ciudad de Jovita es una elipsis
existencial, un sentimiento que habita nuestras ensoñaciones más profundas,
arraigado en un tiempo vivido a nuestra manera,
- yo no quiero nada a medias, yo lo quiero entero, quiero a mi manera-.
Pero hablando de ensoñaciones el lunes, día de elefantes, al
amanecer bajo el puente, incluso en las breves graderías si hay luceros, se van
levantando un puñado de habitantes de calle, ellos han dormido breves horas
mientras han acompañado oníricamente a Jovita en su paseo imaginario por el
Bulevar del río Cali, ¿cómo esta reina iría a perderse semejante pasarela
nocturna en pleno siglo XXI?, -un perro que va de prisa en mitad de la calzada, un borracho en retirada maltratando una canción-; un poco más entrado el viento boreal, se viene un danzar de
bicicleteo que parece la vuelta a Colombia de guachimanes y rusos que van al
relevo laboral trasladándose del oriente, al sur y al norte … - Pablo pueblo Pablo hermano, hay Pablo pueblo hay Pablo hermano-.
Un vendedor ambulante se instala de primero con cigarrillos,
café, buñuelos y pandebonos, después llega la venta de minutos, la señora de
las arepas– yo me voy pa Puerto Rico vendiendo vaso de colores - y no podrá faltar el joven vendedor de
ilusiones que espera a su ninfa primaveral para desviarla de la ruta escolar; -
tirándote flores, tirándote flores que yo te tiro mis flores, quiero casarme contigo-, con él llegarán entaconadas las
secretarias bien pintadas y los empleados bien perfumados con esperanza de sobrevivir a los apretujones del
MIO para concretar la promesa de florecer en el día, así se sepa que de vuelta,
casi seguro, se llegarán a marchitar en la tarde y en la noche… - pero el patrón hace años, muchos años, que está
mordiendo al obrero -.
En manadas llegan enseguida
los estudiantes libradunos, las universitarias, las señoras y señores que van a
hacer diligencias al centro, al CAM a EMCALI o a cualquier otra oficina pública
o privada; pasan las gentes para la galería, para los bancos o para las
repuesterías de la quince; el nudo del MIO afloja en la media mañana para
volver a apretarse sobre el medio día, a esa hora la plazoleta parece un oasis
en medio de las rutas del desierto, las cortas distancias se hacen largas y las
imágenes de las vías, los autos y las gentes se distorsionan a la mirada; todo parece
volverse un túnel en el cual nadie mira a nadie, exceptuando alguna pelea de
estudiantes o el correteo de un ladrón extraviado en el tiempo – Juanito alimaña con mucha maña llega al mostrador, saca su cuchillo sin preocupación…-
Y entonces, llega la brisa de la tarde y el cuerpo de Jovita
brilla, sus ojos pestañean y su boca tiene un cantar mudo que acompaña con la
música de los árboles y los coros metálicos de los autos; -todos vuelven a la tierra en que nacieron al embrujo interminable de su amor- todos
y todas retornan y el cuerpo está cansado pero el espíritu no, a pesar del trajín,
las gentes ríen mientras las paredes se abrazan, se amacizan como penetrándose
unos cuerpos sobre otros para que el amor del regreso sea sonrisa, palabras
tiradas al aire, conversas que hacen sentido – que vacilón hay aquí, toda la gente está aquí - ; así de pronto se vino la noche, los
ritmos se van apagando quedan unos pocos grupos que habitan en la fantasía de
otros estados de conciencia, en el régimen que les enrumba y les derrumba
dramáticamente.
Pero este devenir que es fluir de vecindad que lucha contra
la anomia no es sólo del lunes, nótese que en ese recorrer de las horas
persiste una comunidad callada que se lleva por dentro, como si los individuos
posesivos y dueños de su intimidad guardaran secretamente un vínculo emocional
que les une; pero además, este ritmo se repite en el carrusel de la semana, en
el círculo de los días, sin embargo, cada día tiene su tono y su afán - de lunes a domingo todo puede suceder y
presiento estoy perdido, porque no he
llegado a ti… -.
Hay días de días: el martes se puede observar la relación que
forman ciertos agentes del orden con sus alter jibaritos, en un juego que va y
viene entre lo “legal” y lo ”ilegal”; el miércoles a veces se lo toma la danza
andina que llega con grabadora y con grupos que juegan a hacer figuras con sus movimientos colectivos mientras
Jovita les ve extasiada, el jueves se pueden ver un par de amantes rasgarse el
alma cinematográficamente por una promesa incumplida – Ay se le fue compay usted qué va a hacer-; el viernes hay
aquelarre, mezcla y espíritu sibarita de esquina, con chirrinche, cherrynol, cañita,
guarapo y otros menjurjes, mientras los viandantes fluyen rápidos a su destino
viernesanto con música y abrazos exagerados, – en el barrio hay tres días de carnaval, llega Semaria y José Vicente-;
el domingo están por ahí los chicos en bicicleta o quizás seres perdidos del
reloj besándose hasta acabar los besos de la semana y del año; pareciera que el
domingo los besos son infinitos. Se besa y se besa extendidamente. Pero siempre
la semana tiene un hilo de Ariadna que enreda las veleidades y gustos juveniles
de nuestra Jovita: saltando tapias, fluyendo en patinetas y cuerdas colgadas,
jovenzuelos se cuelgan como ropa extendida una y otra vez con las mechas
prendidas del cielo. – no sé ni que día es hoy sólo sé que te vi salir y en cinco minutos perdí las letras para hablarte a vos…-.
Sólo en el calendario de una semana que se repite
cíclicamente en meses, trimestres, semestres y años, la escalinata de Jovita
deja ver a Cali como la ciudad del amanecer silencioso y sin memoria, como el villorrio
de las mañanas que guardan el siglo pasado, como la villa venida a más de las ventiscas
setenteras que nos hicieron cuna y vividero de muchos veniales pueblos de la
sierra y el mar; ciudades de la noche roja, latitud urbana que daña brújulas,
locura consentida, “desatino controlado”, inconciencia feliz que va de la vida
a la muerte y de la muerte a la resurrección y si no que lo diga Piper… -y que beban mis amigos a la memoria delmuerto -. Y en todo este aquelarre va Jovita y sus colores, Jovita y su imaginería
nos arropa desde un parque que como todos es olvidado por la municipalidad y
abusado por los ciudadanos que en hordas se amontonan y disputan un territorio
que no tiene lugar, maleza urbana que a veces nos coloniza el corazón… - en la ciudad del acero y del concretolentamente desaparece el cariño y el respeto -
Pues bien, como un punto en el calendario, al comienzo el
tercer sábado, después los primeros sábados de cada mes, se fue armando
tremendo vacilón que Jovita festeja como la que más: dicen que los ojos le
brillan, que el corazón le palpita, que los pechos se le hinchan seductores
cuando ve llegar las camisetas negras de NUESTRA
COSA LATINA porque sabe que va a tirar la rutina al viento y que la brisa con sus músicas va a derrotar una
vez más la historia del “siempre lo mismo” y porque sabe que habrá
acontecimiento-, habrán músicas que compiten con los carros; el humito que le
llegará esta vez no será el mismo, hay fiesta en el caserío, hay corrinche
musical y aguardientoso… comienza entonces SALSA
AL PARQUE como una propuesta que en sus propios términos va llevando la
salsa como una locura que es espacio de encuentro, que es despertar de espíritus
generosos y sediciosos que se baten en franca lid entre cueros, vientos y
cuerpos que sudan en la recuperación de los espacios olvidados, y Jovita está
feliz, esta Jovita no es la armoniosa golosa setentera; ahora baila arrebatada,
ahora se contonea desde su pedestal y se soslaya en el hecho de que en esta su
ciudad de la locura, el sentido de la vida viaja desde el oriente, barrio
adentro, aquel de quien decían los señoritos del oeste que sería la perdición
de la ciudad…- y decían que no llegaba,no les digo adiós, les digo hasta siempre, pero primero respeta, respeta…-
Y es que la rumbita de Jovita de los primeros sábados de cada
mes va contra las tiranías cotidianas, - apesar de usted, mañana ha de ser otro día…-, ahí se van dibujando espacios
para compartir otras formas de estar, de vivir en la ciudad: alguien atina a
bailar salsa como monta su patineta, un obrero del sector se pone de galán
acrobático y se baila hasta los anuncios de los excelsos presentadores, de repente
se arma una comitiva extensa y solidaria de maní, la cerveza se vuelve pasante
de otras degustaciones, los cd coleccionables se venden como empanadas, los
vendedores ambulantes amplían sus jornadas y van llegando con paquetes y
delicias recién preparadas; las manos se estrechan y todos los caminos convergen
en Jovita…
Como siempre no falta el mecenas que promete apoyar para
nunca volver, o la burocracia que con hambre de aviso promete lo que no puede
ni quiere cumplir; sin embargo, cada primer sábado del mes, Jovita cambia de
piel, vuelve a vivir, los amigos de Nuestra Cosa Latina en sus Veinticinco
versiones han demostrado con la venia de Jovita que se puede recuperar el
espacio urbano, que se puede vivir de otra manera la ciudad y que eso se puede
hacer con las pasiones que nos juntan, con las imágenes que nos hacen recuerdo,
con las esperanzas y curas que guardan las músicas para nuestros cuerpos y para
los sentimientos y emociones que nos hermanan. Es que hay en la rumba del
parque, una ciudad que se despide con sus herencias y otra que llega a cosechar
y a sembrar. – siembra si pretendesrecoger, siembra si pretendes cosechar, pero no olvides que de acuerdo a lasemilla, así serán los frutos que recogerás… con fe siembra y siembra y tuverás-
Nos vemos el sábado de Salsa al Parque con Jovita coqueta y enamorada…
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