jueves, 30 de mayo de 2013

JOVITA DE RUMBA


Esta Jovita siempre está de azul, - azul pintada de azul-  siempre con flores y sombrero – con cinta verde que te llevaré- que la protege de las furias y centellas que caen sobre el cielo caleño. Desde su lugarcito gobierna un pequeño espacio de circulación por el cual fluye la caleñidad sin darse cuenta; caleñidad plural y acrisolada que viaja en sandalias amarradas a pies descalzos, en plantas de zapatilla, en ruedas de bicicleta, en miradas que se bailan y acarician picando los ojos – llévame mami a gozar de tu rico vacilón -. Se instala así un imaginario añejo: sólo esta mujer amante furtiva de los estudiantes rebeldes podría engalanar y presidir este lugar de paso, esta singular plazoleta con cuerpo de mujer. – mi negrita tiene el cuerpito como guitarrabien termina- sólo ella que se reía de las élites que reían de ella puede coordinar el aquelarre de la calle quinta sin caer de su pedestal, - se caerá todo el que intente correr si no aprendió caminando, seguro que se vuelve a caer- .
 
Con Jovita los habitantes de esta ciudad aérea, por aquello de las indomables corrientes de aire y vida que la cruzan y nos cruzan, compartimos la locura del tiempo que transforma los espacios que llevamos dentro -el viento te dará todo su aliento- ; esa locura atmosférica que coloniza nuestras paredes internas y nos mueve en diversas temporalidades, simultaneidad sin más, que nos atrapa en historias de otros mundos, a veces la vivimos dramáticamente, como minutos eternos congelados en el alma, - no es una resurrección siempre estuvimos aquí -. Y es que la locura de la ciudad de Jovita es una elipsis existencial, un sentimiento que habita nuestras ensoñaciones más profundas, arraigado en un tiempo vivido a nuestra manera,  - yo no quiero nada a medias, yo lo quiero entero, quiero a mi manera-.  
Pero hablando de ensoñaciones el lunes, día de elefantes, al amanecer bajo el puente, incluso en las breves graderías si hay luceros, se van levantando un puñado de habitantes de calle, ellos han dormido breves horas mientras han acompañado oníricamente a Jovita en su paseo imaginario por el Bulevar del río Cali, ¿cómo esta reina iría a perderse semejante pasarela nocturna en pleno siglo XXI?, -un perro que va de prisa en mitad de la calzada, un borracho en retirada maltratando una canción-; un poco más entrado el viento boreal, se viene un danzar de bicicleteo que parece la vuelta a Colombia de guachimanes y rusos que van al relevo laboral trasladándose del oriente, al sur y al norte … - Pablo pueblo Pablo hermano, hay Pablo pueblo hay Pablo hermano-.

Un vendedor ambulante se instala de primero con cigarrillos, café, buñuelos y pandebonos, después llega la venta de minutos, la señora de las arepasyo me voy pa Puerto Rico vendiendo vaso de colores - y no podrá faltar el joven vendedor de ilusiones que espera a su ninfa primaveral para desviarla de la ruta escolar; - tirándote flores, tirándote flores que yo te tiro mis flores, quiero casarme contigo-, con él llegarán entaconadas las secretarias bien pintadas y los empleados bien perfumados con  esperanza de sobrevivir a los apretujones del MIO para concretar la promesa de florecer en el día, así se sepa que de vuelta, casi seguro, se llegarán a marchitar en la tarde y en la noche… - pero el patrón hace años, muchos años, que está mordiendo al obrero -.
En  manadas llegan enseguida los estudiantes libradunos, las universitarias, las señoras y señores que van a hacer diligencias al centro, al CAM a EMCALI o a cualquier otra oficina pública o privada; pasan las gentes para la galería, para los bancos o para las repuesterías de la quince; el nudo del MIO afloja en la media mañana para volver a apretarse sobre el medio día, a esa hora la plazoleta parece un oasis en medio de las rutas del desierto, las cortas distancias se hacen largas y las imágenes de las vías, los autos y las gentes se distorsionan a la mirada; todo parece volverse un túnel en el cual nadie mira a nadie, exceptuando alguna pelea de estudiantes o el correteo de un ladrón extraviado en el tiempo Juanito alimaña con mucha maña llega al mostrador, saca su cuchillo sin preocupación-

Y entonces, llega la brisa de la tarde y el cuerpo de Jovita brilla, sus ojos pestañean y su boca tiene un cantar mudo que acompaña con la música de los árboles y los coros metálicos de los autos;  -todos vuelven a la tierra en que nacieron al embrujo interminable de su amor- todos y todas retornan y el cuerpo está cansado pero el espíritu no, a pesar del trajín, las gentes ríen mientras las paredes se abrazan, se amacizan como penetrándose unos cuerpos sobre otros para que el amor del regreso sea sonrisa, palabras tiradas al aire, conversas que hacen sentido – que vacilón hay aquí, toda la gente está aquí  - ; así de pronto se vino la noche, los ritmos se van apagando quedan unos pocos grupos que habitan en la fantasía de otros estados de conciencia, en el régimen que les enrumba y les derrumba dramáticamente.

Pero este devenir que es fluir de vecindad que lucha contra la anomia no es sólo del lunes, nótese que en ese recorrer de las horas persiste una comunidad callada que se lleva por dentro, como si los individuos posesivos y dueños de su intimidad guardaran secretamente un vínculo emocional que les une; pero además, este ritmo se repite en el carrusel de la semana, en el círculo de los días, sin embargo, cada día tiene su tono y su afán - de lunes a domingo todo puede suceder y presiento estoy perdido, porque no he llegado a ti… -.

Hay días de días: el martes se puede observar la relación que forman ciertos agentes del orden con sus alter jibaritos, en un juego que va y viene entre lo “legal” y lo ”ilegal”; el miércoles a veces se lo toma la danza andina que llega con grabadora y con grupos que juegan a  hacer figuras con sus movimientos colectivos mientras Jovita les ve extasiada, el jueves se pueden ver un par de amantes rasgarse el alma cinematográficamente por una promesa incumplida Ay se le fue compay usted qué va a hacer-; el viernes hay aquelarre, mezcla y espíritu sibarita de esquina, con chirrinche, cherrynol, cañita, guarapo y otros menjurjes, mientras los viandantes fluyen rápidos a su destino viernesanto con música y abrazos exagerados, – en el barrio hay tres días de carnaval, llega Semaria y José Vicente-; el domingo están por ahí los chicos en bicicleta o quizás seres perdidos del reloj besándose hasta acabar los besos de la semana y del año; pareciera que el domingo los besos son infinitos. Se besa y se besa extendidamente. Pero siempre la semana tiene un hilo de Ariadna que enreda las veleidades y gustos juveniles de nuestra Jovita: saltando tapias, fluyendo en patinetas y cuerdas colgadas, jovenzuelos se cuelgan como ropa extendida una y otra vez con las mechas prendidas del cielo. – no sé ni que día es hoy sólo sé que te vi salir y en cinco minutos perdí las letras para hablarte a vos-.
Sólo en el calendario de una semana que se repite cíclicamente en meses, trimestres, semestres y años, la escalinata de Jovita deja ver a Cali como la ciudad del amanecer silencioso y sin memoria, como el villorrio de las mañanas que guardan el siglo pasado, como la villa venida a más de las ventiscas setenteras que nos hicieron cuna y vividero de muchos veniales pueblos de la sierra y el mar; ciudades de la noche roja, latitud urbana que daña brújulas, locura consentida, “desatino controlado”, inconciencia feliz que va de la vida a la muerte y de la muerte a la resurrección y si no que lo diga Piper… -y que beban mis amigos a la memoria delmuerto -. Y en todo este aquelarre va Jovita y sus colores, Jovita y su imaginería nos arropa desde un parque que como todos es olvidado por la municipalidad y abusado por los ciudadanos que en hordas se amontonan y disputan un territorio que no tiene lugar, maleza urbana que a veces nos coloniza el corazón… - en la ciudad del acero y del concretolentamente desaparece el cariño y el respeto -

Pues bien, como un punto en el calendario, al comienzo el tercer sábado, después los primeros sábados de cada mes, se fue armando tremendo vacilón que Jovita festeja como la que más: dicen que los ojos le brillan, que el corazón le palpita, que los pechos se le hinchan seductores cuando ve llegar las camisetas negras de NUESTRA COSA LATINA porque sabe que va a tirar la rutina al viento y que la brisa con sus músicas va a derrotar una vez más la historia del “siempre lo mismo” y porque sabe que habrá acontecimiento-, habrán músicas que compiten con los carros; el humito que le llegará esta vez no será el mismo, hay fiesta en el caserío, hay corrinche musical y aguardientoso… comienza entonces SALSA AL PARQUE como una propuesta que en sus propios términos va llevando la salsa como una locura que es espacio de encuentro, que es despertar de espíritus generosos y sediciosos que se baten en franca lid entre cueros, vientos y cuerpos que sudan en la recuperación de los espacios olvidados, y Jovita está feliz, esta Jovita no es la armoniosa golosa setentera; ahora baila arrebatada, ahora se contonea desde su pedestal y se soslaya en el hecho de que en esta su ciudad de la locura, el sentido de la vida viaja desde el oriente, barrio adentro, aquel de quien decían los señoritos del oeste que sería la perdición de la ciudad…- y decían que no llegaba,no les digo adiós, les digo hasta siempre, pero primero respeta, respeta…-

Y es que la rumbita de Jovita de los primeros sábados de cada mes va contra las tiranías cotidianas, - apesar de usted, mañana ha de ser otro día…-, ahí se van dibujando espacios para compartir otras formas de estar, de vivir en la ciudad: alguien atina a bailar salsa como monta su patineta, un obrero del sector se pone de galán acrobático y se baila hasta los anuncios de los excelsos presentadores, de repente se arma una comitiva extensa y solidaria de maní, la cerveza se vuelve pasante de otras degustaciones, los cd coleccionables se venden como empanadas, los vendedores ambulantes amplían sus jornadas y van llegando con paquetes y delicias recién preparadas; las manos se estrechan y todos los caminos convergen en Jovita…
Como siempre no falta el mecenas que promete apoyar para nunca volver, o la burocracia que con hambre de aviso promete lo que no puede ni quiere cumplir; sin embargo, cada primer sábado del mes, Jovita cambia de piel, vuelve a vivir, los amigos de Nuestra Cosa Latina en sus Veinticinco versiones han demostrado con la venia de Jovita que se puede recuperar el espacio urbano, que se puede vivir de otra manera la ciudad y que eso se puede hacer con las pasiones que nos juntan, con las imágenes que nos hacen recuerdo, con las esperanzas y curas que guardan las músicas para nuestros cuerpos y para los sentimientos y emociones que nos hermanan. Es que hay en la rumba del parque, una ciudad que se despide con sus herencias y otra que llega a cosechar y a sembrar. siembra si pretendesrecoger, siembra si pretendes cosechar, pero no olvides que de acuerdo a lasemilla, así serán los frutos que recogerás… con fe siembra y siembra y tuverás-
Nos vemos el sábado de Salsa al Parque con Jovita coqueta y enamorada…

lunes, 20 de mayo de 2013

Martes de Boleros en Cali que espera

Si hay algún símbolo, una señal, vestigio, huella o indicio de la forma como los pueblos Latinoamericanos llegamos a crear poblados y ciudades, ese elemento mágico y creador está guardado en las músicas que han acunado nuestros días y sobre todo nuestras noches. La ruta larga que nos trajo a las ciudades es el camino lento de formación de un género que es mutación de otros ritmos y armonías; variación tras variación, apropiación sobre apropiación se fue armando un género musical que es pluralidad y versatilidad en torno a un elemento épico y trágico del amor. Como un amor en los tiempos del cólera.
Aurora de rosa en amanecer, nota melosa que gimió el violín, novelesco insomnio, no vivió el amor, así eres tú mujer, principio y fin de la ilusión, así eres tú en mi corazón, así vas tú en mi inspiración, madero de nave que naufragó, piedra rodante sobre sí misma, alma doliente vagando a solas. En playa de olas así soy yo, la línea recta que convergió porque la tuya al final siguió…

Las músicas tienen porque ser eso que se cocina mientras los pueblos peregrinan, son como un marcador de ritmos personales y colectivos; nos enseñan del lenguaje de la madre, nos cohesionan para ir a las guerras y para hacer las paces, claro nos domicilian en las “bajas pasiones”, pero también nos han anclado en el mundo doméstico, nos educan en los sentimientos, nos afirman en la esperanza, nos reconcilian, nos enseñan a aparearnos y nos curan las heridas que deja la pérdida de la esperanza  en el OTRO; en fin, si en algo somos iguales pero diferentes es en que los seres humanos somos acunados en las músicas; en ese sentido es posible afirmar que los expertos en música no son sólo los músicos y los melómanos, todos somos expertos en música, porque ellas nos acompañan sensorialmente desde el vientre y la cuna, hasta el lecho de muerte y la tumba… o será que no nos acordamos de nuestras primeras músicas?, será que no llevamos en nuestros días más entrañables una música que les hace sentido?, será que es posible no llevar música en el cuerpo?
En el caso del bolero, un género que, como la salsa aunque mucho antes que ella, es insisto, mudanza, en el sentido de la capacidad de ir viajando y explorando en ritmos, armonías, melodías, líricas, mezclándose en los torbellinos, en los desgarramientos, las ensoñaciones, las pesadillas, los ocasos y los amaneceres de nuestras vidas, lo que nos atrapa es cierta dualidad; que no nos hagamos ilusiones, no es una dualidad fundamental, si no muchas dualidades, casi que infinitas; marcas pluralizantes que alimentan nuestras existencias en la lucha entre vida y muerte, entre amor y desamor, entre el villorrio olvidado y avenidas con luces de neón, entre el cuerpo apasionado lleno de carne y piedra, y lo sagrado, entre el dolor y el goce que toda relación porta como potencia.

Si pensamos en Cali y el bolero, tendremos que recordar que a este terruño del amanecer del siglo XX llegaron todos los ritmos bolerísticos, con todos los vientos y las cuerdas en el caso de la señal del arrabal; con las voces quebradas que viajaron de nuestro mundo andino campesino como vestigio y memoria de una matanza impune que nos sacó de los surcos a las calles; con el soprano afrancesado que trajeron los señoritos de las salas europeas; pero sobretodo nos llegó para quedarse en las barriadas por el litoral, viajando por este río grande que aún tenemos (el Cauca), acompañado de los riachuelos cordilleranos que nos trajeron ritmos afro caribeños mezclados inmediatamente con nuestras tradicionales cañas y con los cueros que repicaban en las casuchas de los labradores negros de la vieja hacienda vallecaucana.

Después vino la explosión del vagabundeo callejero, quizás antes del trágico siete de agosto, el bolero explosionó en las callejuelas del Vallano, en los extramuros de la negramenta y la mestizería desparpajada, en los sitios proscritos del lenocinio, en la incipiente psicodelia de un mundo cansado por las guerras y sus melancolías; el bolero en Cali llego con las palmeras de la calle 25, donde antes y después y ahora y mañana habita el barrio viejo en su anacronismo, en su esencia perdida que se lleva negada, como un cliché barrio bajero que viaja en la risa y sobre todo en la mueca, en el gesto, en la inflexión corporal que habla de un mundo plebeyo resignificado en la mecánica, en el pandebono, en la empanada, en la zapatería; y es que, sin duda, pasamos de la chicha y del alambicado negro, al aguardiente y al ron en botella, de la agua panela anisada a la cerveza; y así la ciudad fue creciendo, más bien se fue hinchando, se fue armando su cuerpo, se fue haciendo seductora, coqueta, bailarina y el bolero gritaba en sus devaneos con el Son, la Plena y el Montuno: balancéate mujer, y los cuerpos se hicieron uno solo; y el bolero matancero con Daniel Santos a la cabeza, con Rolando Laserie y con Piper interpretando el romancero caribeño del bolero dijeron: háganse los barrios, y los barrios se hicieron y llego el “aguelulo” y con ellos se vino la otra explosión de cuerpos con el Bógaloo, la Charanga y por supuesto con la Salsa, y esta ciudad en su adolescencia sello su matrimonio para siempre con estos ritmos que tienen como oficiante viajero al bolero, y entonces y para siempre aquí solo se puede pensar y vivir si usted puede escuchar y bailar suavecito un bolero-son que por momentos le arrebata.

Quisiera quedarme con esa marca histórica, con el erotismo, con el golpe de cadera en que se juega la vida, con la fantasía afrocubana del amor sin tiempo, con el amor de habitación, de cuarto con baño de jabón chiquito, de cuartos perdidos en el tiempo y además que se habitan sin espacio porque se trata es de atrincherarse, de dormir abrazados para no morir de dolor, de amarrarse al espectro del OTRO; pero el bolero desde siempre también es partidas sobre partidas, encuentros y desencuentros, avenencias y desavenencias; todos sabemos que el amor implica el desamor y el bolero también camina por esas calles peregrinas, por las fotos de la partida, por el vacío que deja una sonrisa o una voz deletreada que ya nunca volvió a ser. Ahí también está el bolero: no sólo en lo que son nuestras vidas si no en lo que no fue, en lo que no pudo ser en el barrio, en la fantasía que no fue, en el amor perdido que ese esconde en los vericuetos del alma, en las historias no contadas, en la revolución aplazada que se queda quietica como esperando que un amor y un pueblo vengan a despertarle de su nostalgia y su melancolía. Compañía para hacer del dolor una esperanza y un levantar y un dormir que tranza con la vigilia para encontrarnos con otros estados del alma.

Di si encontraste en mi pasado una razón para quererme…
O para olvidarme
Pides cariño, pides olvido si te conviene...
No llames corazón lo que tú tienes…


Pues bien, el martes 21 de mayo del 2013, en la Topa Tolondra, se han confabulado sentimientos musicales para abrirle un espacio al bolero: la Topa ubicada en la calle quinta con carrera trece, lugar por el que surcan los flujos danzantes que hacen el encanto de esta ciudad, es a mi gusto, un espacio artesanal de la rumba, clandestino en sus orígenes: unos canastos rojos, discos colgados, ojos al centro de Cali, paredes de barrio viejo, magias que viajan con la brisa por la calle quinta, amores que se descolgaron porque no resistieron el tiempo, preguntas por un bolero de ahora como si el bolero no fuera de siempre, como si estos dolores y estas esperanzas no fuera el amor de siempre que nos lleva y nos trae, abrazos y caricias que son consciencia de habitar este lugar del mundo.
 
Nos vemos  el martes 21 de Mayo para abrir en Cali el Martes de Amarte, Vengan pues que Cali esta bonita y a pesar de  las traiciones que desvelan el amanecer, cuando sale luna, cuando tu luna esta al centro del firmamento, lo que está vivo es el amor que la esfera de queso le guarda para mañana al sol; de eso son testigo las Tres Cruces, que de noche cuando nadie las ve, se visten de damas seductoras, salen en cuclillas de su pequeña meseta y se bajan falda abajo a bailar bolero en las viejas cantinas del centro. Ese es el secreto que guardan los guachimanes y los cantineros de los barrios olvidados del centro. Ellos también están invitados este martes. Y por supuesto vos.

 
Vení que se te espera ve…